desde el desierto
Abril 28/2013
«¡Hija mía, escribe!»
«Cuando mi Hijo estaba en el desierto, contemplaba el desierto de vuestras vidas -el desierto de una vida sin Dios- una vida seca sin amor, una vida sin agua fresca, sin agua viva, una vida cegada por el mundo…¡Una vida! Allí, el recorría todo el mundo, allí él veía su misión; cada alma que iba a salvar, a redimir de ese vacío, de esa falta de amor, de esa vida muerta por el pecado».
«Allí, Él se entregó con total amor. Cada ruego, cada suplica al Padre por vosotros, empezaba ya desde la oración profunda e intensa al Padre. En este desierto, el instigador vino ya a querer tomar posesión, a robar la paz de su alma. Pero no entendía que Él era el mismo Dios, a quien no tentará, a quien no robará sus ovejas ése “el inicuo”, colocando su obscuridad».
«Pero mi Hijo venció toda tentación por el Espíritu del Padre, porque Él es el Rey de Reyes y Señor de Señores. Desde ese desierto mi Hijo imploraba por cada alma, por cada pecado, por cada hijo mío… ¡pues luego me dejaría ser vuestra Madre! El me entregaba ya -desde ese desierto- a cada uno de vosotros, mis pequeños, ¡a quienes llevo en mi Inmaculado corazón!»
«Cómo sufre mi corazón y el de mi Hijo, “Emmanuel Dios con vosotros”. -Se aproxima el mes en que la humanidad venera mi nombre-.
Hija, recuerda: los tiempos se aproximan, las palabras de mi Hijo nunca pasarán y muchos de mis niños aún siguen ciegos. Yo como Madre intercesora ruego por vosotros, pero si no aceptan a mi Hijo, es poco lo que Yo puedo hacer».
«Él cada día toca a las puertas de sus corazones, de vuestro corazón y pocos le abren la puerta; para que Él los colme de agua viva, de agua que da la vida eterna. Sólo Él tiene palabras de vida Eterna.
¡Que poco sabéis mis niños, de la eternidad, del gozo del amor, del amor, de la ternura, de la verdad del Padre!».
«Haceros humildes a la voluntad del Padre, la humildad os acerca cada día a la voluntad de Dios Padre. Porque si creéis que todo lo puedes sin Dios, te estáis condenando. Vosotros sed humildes y llevad el amor a las naciones. Recordad que el padre de la soberbia y de la mentira, quiere robaros la paz y la bendición que viene de lo alto: la vida eterna, la tierra prometida, la promesa de mi Hijo».
«Hijita, habla de la paz, de la humildad, de la voluntad del Padre, del plan de vida que Él trazó para vosotros, no de vuestro plan de vida. Pues vuestro camino sin la luz del Espíritu Santo y sin la gracia de mi Hijo, es un camino de obscuridad y pecado.
Hablad de la conversión: de dejar todo aquello que os mata el alma y que no queréis reconocer».
«Hija, el pecado trae mucho dolor a mi Hijo, el pecado os cubre de obscuridad y ciega vuestros ojos, el pecado os trae la perdición de vuestras almas y la ganancia del “Inicuo” para él. Hija, reconoced que sin Dios no hay victoria, ni el triunfo de la vida eterna: donde no habrá hambre y solo la luz de mi Hijo, será como un sol que alumbra y alimenta; no más llanto, ni crujir de dientes, no más tristezas».
«Y viviremos ante la presencia del Santo, del Cordero Inmaculado, del Cordero Inmolado -esperado por los siglos- quien viene pronto por los suyos. Los que están escritos en el libro de la vida, los que nunca lo negaron, los que lo amaron con amor fiel, los que Él aún espera con sus manos y sus brazos abiertos. Vengan, vengan a Mí, dice mi Hijo. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo me dejarán entrar a vuestros corazones?».
«Venid a Mí, porque empezará otro desierto en el mundo, otro desierto físico. Y si aún no han probado el Pan que da la Vida, en ese desierto físico os quedareis. Recordad que vine por vosotros, que os amo, y espero que me dejéis entrar a cenar con vosotros. Seguid orando, orad, orad, orad por las naciones del mundo que siguen ciegas. Id por el mundo y anunciad la buena nueva: “El reino de Dios llega pronto”».
«Recordad, tus tiempos no son nuestros tiempos y solo Dios sabe el día y la hora en que viene el Señor y sonarán las trompetas que darán la bienvenida a mi Hijo – que llega con sus Ángeles alabándolo-. Gloria, gloria, gloria, bendito sea el Cordero, el Hijo de Dios. Santo, santo, santo, santo el Amado del Padre y vendrá entre nubes vestido de gloria y su luz resplandecerá por siempre. ¡Amén!».
El mensaje a la luz de la palabra
«Acuérdate de todo el camino, que Yahveh tu Dios te ha hecho andar durante estos cuarenta años en el desierto; para humillarte, probarte y conocer lo que había en tu corazón: si ibas o no a guardar sus mandamientos. Te humilló, te hizo pasar hambre, te dio a comer el maná que ni tú ni tus padres habíais conocido, para mostrarte que no sólo de pan vive el hombre, sino que el hombre vive de todo lo que sale de la boca de Yahveh». (Deuteronomio 8,2-4).
«Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo». (Mateo 4,1).
«Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta». (Mateo 16,17).