haz silencio para que me escuches

Junio 17/2009

«Yo Soy el pan bajado del cielo;
 el que come mi carne y bebe mi sangre,
habita en mí y Yo en él.”
¿A qué teméis?
Se os ha dicho ama y perdona.
 No busquéis la paz fuera,
 ella está en lo más profundo de tu ser;
donde la polilla no corroe,
porque allí estoy Yo.
Tu tesoro escondido,
la perla más valiosa.
La unión del Padre y del Hijo

¿Os habéis visto llorando, clamando a mí ayuda?
¿Recordáis cuando no teníais vestido ni comida?
¡Allí siempre te vestí!,
con sedas nuevas y zapatos para que cubrieran tus pies.
¿Y hoy porque lloráis?
¡Tú sabéis que siempre estoy contigo!
 Hijita, no temáis.
Recuerda que la luz brilla donde hay amor.
Déjalo todo a mí;
seguiremos caminando,
siempre te sostengo como hasta ahora lo he hecho.
Mi corazón está abierto, Para todo aquel que venga arrepentido.

Calma tu sed de amor en mí.
Tú me conoces, tú has experimentado mi gozo.
Te he ungido una y otra vez.
¡No temáis!
¡Orad, orad!
̴ Mi amado Jesús, tú sabes cuánto te amo, por eso clamo a ti,
̴ gracias por tu compañía.
La dulzura de mi amor la deposito En tu amor.
¿Qué es la vida?
¡Es tan corta!
Es un suspiro y no podéis estar llorando.
Te daré mi aliento para que sonrías.

haz silencio

¡Llevad mi alegría!
La luz no puede estar oculta;
porque la luz no se esconde,
porque tu luz es,
 la que llevas en el corazón.
Y te he elevado,
mi Espíritu conduce tus pasos,
porque Yo
-el Señor-
¡A tí Te elegí!
Tus manos son sanadoras.
Estaré siempre contigo. 

¡Medita!
Haz silencio, para que me escuches;
haz silencio, para que te ame;
haz silencio, para que me dejes habitar en ti!
No te confundas con lo que te habla el ruido del mundo.
Tú en cambio …
¡Ven a Mí!
Porque en el silencio me encontrarás,
como los has hecho.
La paz de mi Padre celestial os dejo,
depositada en ti.
¡Recuerda, eres luz de mi luz!


El mensaje a la luz de la palabra

«Pero él se retiraba a los lugares solitarios, donde oraba». (Lucas, 5-16).

«Sucedió que por aquellos días se fue él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios». (Lucas 6,12).

«Y se apartó de ellos como un tiro de piedra, y puesto de rodillas oraba».  (Lucas 22,41).

«Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí».  (Mateo14, 23).