la realeza del amor
Noviembre 15/2013
¡Hija mía!,
La vida es como la suave brisa,
que lleva las hojas de los árboles por el viento.
Pasan los días como el suspiro,
pasa la vida en la medida que caminas.
¡Hijitos!,
El tiempo pasa en vuestras vidas,
¡ y va tan de prisa en vuestro existir !,
que no os dais cuenta de las cosas más hermosas que han sido creadas,
para que contempléis la belleza del Padre en medio de vosotros.
Solo miráis al bloque alto
-construido de ladrillos-.
Fuerte que nos os deja ver
el resplandeciente brillo de una estrella, o la luz fugaz de una estrella;
el resplandecer de la alborada o el anochecer que cae con la brisa.
No percibís la aurora, ni el rocío;
no percibís el aire que entra por vuestro respirar;
no percibís el canto de las aves, ni el trino de su canto;
no podéis percibir la golondrina en su nido,
que con su ruido viaja y se deleita.
Mis niños,
¡Se olvidó él dar las gracias al creador!
El mundo va caminando, pero vuestro Padre siempre está ahí…
Aquí, para que le abracéis con el primer destello de la mañana,
con la alborada … ¡ con su amor!
¡Oh, pequeños!
Ya hasta las gracias por tan inmensa belleza, “la vida”, se os olvido dar.
Sí, vuestra vida; hecha para alabar, para amar, para sonreír, para vivir en armonía.
Esa vida cuyo precio es incalculable, dada por el Padre, esa vida,
¡Vuestra vida!
¡Volved la vista atrás!,
a los años que han pasado y examinad qué has hecho con tus días.
Mirad el precio de mi Hijo, que se dona en una entrega total a esa vuestra vida.
Por ese sufrimiento, por esa ceguera espiritual… miradlo a Él,
¡Y no andéis sin rumbo fijo!
Hoy, os he llamado a reconoceros hijos de Dios,
pues se os olvidó la realeza que corre por vuestro existir:
¡ La realeza del amor !
Reconocedlo, “sois los hijos del amor” y a eso se os ha llamado…
¡ A amar!
¡A amar!
Sigue caminando
y ve el amor del Padre por su creatura,
su amor infundido en ti.
¡Ve sigue caminando!
Pero no olvidéis a qué has venido,
a servir y a donar tu vida -como la dono mi Hijo .
¡Os amo y os cubro con mi manto!
No olvides mi rosario.
Tu Madre Bendita. María
El mensaje a la luz de la palabra
«Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar:
¡Abba, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados». (Romanos 8,15-1).