Odres nuevos

Abril 23/2010

¡Solo el amor puede salvar tu alma!
Solo el amor, solo el amor.
El amor que viene de lo alto,
el amor que viene del cielo,
el amor que viene del Supremo
– Mi Santo amor-
Aquel que trabajará en vasija nueva,
en vasija limpia, en odres sagrados;
consagrados por mi amor,
consagrados con mi Espíritu,
¡sellados con mi sangre!
Aquel amor indisoluble que sienten las almas que aman.

odres

¡Odres nuevos, renovados por mi amor!
odres nuevos, limpios y cristalinos … lavados con la pureza de mi amor
odres nuevos y renovados, preparados para amar;
para amar a todos aquellos,
que Yo he amado primero,
que he amado por siempre,
que he amado y que llevo conmigo.
¡Yo os escogí porque os amo!
Resplandeced en este mi amor,
permaneced en mi presencia,
permaneced en mi palabra.
¡Preparad un gran espacio para Mí!

A ti mi dulce oveja,
te cuido desde antes de existir.
Ya que tú, eres mi pueblo santo,
al que Yo pastorearé.
Ven al manantial de mi vida,
donde mana leche y agua;
verdad, sustento de tu alma;
amor, consuelo de tu alma;
paz, tranquilidad de tu espíritu;
dulzura, sonrisa a la vida;
luz, que guía tus pasos;
tranquilidad, sosiego de vida.

Ven a Mí,
 amada mía.
Yo soy el ser que más te ama
 y te amará eternamente…
¡Tu amado Jesús!
No temáis a nada,
estoy contigo.
Solo camina.
Recuerda que:
¡ siempre guio tus pasos!
«Cuando el alma acalla, la voz de Dios habla».

El mensaje a la luz de la palabra

«Ni tampoco se echa vino nuevo en cueros viejos, porque los cueros se revientan, y tanto el vino como los cueros se pierden. Por eso hay que echar el vino nuevo en cueros nuevos, para que así se conserven las dos cosas». (Mateo 9,17).

«El Señor dijo a Pablo durante la noche en una visión: “No tengas miedo, sigue hablando y no calles; porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal, pues tengo yo un pueblo numeroso en esta ciudad”». (Hechos 18, 9).

«Pero esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en lo que habite la justicia». (II Pedro3, 13).

 «Sabiendo que nuestro hombre viejo fue crucificado con él, a fin de que fuera destruido este cuerpo de pecado y cesáramos de ser esclavos del pecado. Pues el que está muerto, queda librado del pecado». (Romanos 6, 6-7).