vosotros la sal de la tierra y la luz del mundo
Enero 15/2011 11:25 a.m.
Los misterios,
– mis misterios sagrados-
solo se los he dado a mi Hijo
y a todo aquel
que me ama a través de Él.
Vosotros, sois luz de su luz;
vosotros,
¡Sí!
vosotros los pequeños hermanos;
que siguen el camino a la luz,
a la verdad, ¡
al amor!
Esos, sois los que veréis;
los que conocerán mis secretos,
los que conocieron,
¡los amados del Señor!
Si, los que me aman y me han amado siempre,
conocen el amor, la luz, el resplandor.
Eso sois,
esencia de ese amor,
que se deposita en vosotros.
Deja que brille,
deja que se vea,
deja que ilumine la obscuridad de vuestro planeta.
Vosotros a quienes escogí,
vosotros mis amados,
vosotros la sal de la tierra, la luz del mundo.
¡Sal!, la que da el sabor,
la que deja que se saboreen los manjares celestes:
el gozo, la fe, la esperanza, la alegría.
Si, la alegría de ser mis discípulos,
de habitar en mí,
como Yo habito en vosotros.
Esa alegría,
en medio del desierto de incertidumbres
-que día a día, vosotros hacéis de vuestras vidas-.
No pequeños,
a vosotros os elegí.
¡No temáis!,
pues Yo, el Señor, estoy en vosotros.
¡Sed luz!
Recordad, la luz no se esconde
¿Y Por qué algunos de vosotros os escondéis en un caparazón
y no dejáis salir el brillo de mi amor?
Si, de mi amor,
que he depositado en ti
Decidme,
¿ a qué teméis?
¿¡El dolor!?
¡El dolor, no existe, cuando estáis en Mí!
El dolor… el dolor a la soledad, el dolor a la crítica,
el dolor a ser juzgados, el dolor al qué dirán.
Vuestro dolor no existe,
¡porque Yo me lo he llevado!;
porque en Mí, solo hay gozo y alegría;
porque en Mí, no hay dolor.
¡Recordad!,
somos los hijos del amor,
somos los hijos del perdón,
¡somos la creación perfecta!
Id por el mundo, Yo os envió,
-como envié a mis doce-
(Que por cierto eran más).
Yo os envió…
A que prediquen mi palabra, mi amor, mi verdad.
Yo os envió, en medio de lobos;
pero no os asustéis,
estoy en medio de vosotros, porque nunca me he ido.
Sí, fui al Padre;
a preparaos una morada,
donde habitéis también vosotros.
¡Pero regrese y en medio de vosotros, siempre estoy!
Mi Espíritu,
-el Espíritu del Padre-
el Espíritu de la verdad,
¡Os fortalece, siempre!
Seguid, seguid, seguid.
¡Os amo!
El que siempre te ama y nunca te abandona,
el amor,
tu amor.
La paz de mi Padre os dejo,
Jesús.
¡Os amo, os amo, os amo!
El mensaje a la luz de la palabra
«Vosotros sois la sal de la tierra. Más si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos». (Mateo 5,13-16).
«Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas». (Juan 12,46).