Jesús Sufriente

Este mensaje ha sido recibido el día jueves 19 de marzo del 2020. La humanidad está atravesando tiempos difíciles por la pandemia del covid- 19. Nos hemos reunido un grupo de seis personas a través de las redes sociales a orar y aclamar la misericordia del Dios altísimo, de Dios uno y Trino. Suplicando la intercesión de Santa María siempre Virgen, San José, de todos los Santos, de la corte celestial, quienes han escuchado nuestro clamor y por la misericordia del Señor han venido a nuestro auxilio. Después de alabar, clamar la presencia del Espíritu Santo, clamar la preciosa Sangre de Jesús, pedir perdón, leer y escuchar la palabra, alabar en lenguas, veo la presencia de Santa Teresita del Niño Jesús. Que nos trae este mensaje de esperanza.

En esta noche, niños míos, el Padre del cielo…
me permite bajar a vosotros,
me permite estar con vosotros.
Niños míos, recordad que si vosotros veis donde están mis imágenes
(Santa Teresa del Niño Jesús),
llevo el crucifijo del Señor frente a mi corazón.
Porque es el crucifijo, es la Cruz, la que me da vida.
Es Jesús el que me hace latir.
Es cada gota de sangre
 -que se derramó de su Cruz divina-
la que nos liberó, la que nos dio el perdón,
la que nos compró, la que nos lleva hacia Dios.
 
Esa Cruz, es la que da el aroma y la esencia de las flores
el aroma y la esencia de las flores,
 porque la Madre siempre está dónde está Jesús.
Esa Cruz… que no sea un amuleto,
sino que sea para que vosotros viváis la cruz de Cristo.
Para que vosotros también viváis la pasión de Cristo,
qué es la pasión del mundo.
Para que vosotros también la llevéis
(así como yo lo hacía).
Yo no la dejaba atrás,
 porque era Jesús caminando en cada momento,
en cada minuto de mi vida

Niños,
Yo hoy intercedo por vosotros
Yo hoy os invito,
a que como yo anduve con la Cruz del Señor,  
                                -os digo, no como ningún amuleto –
sino que anduve con Jesús viviendo,
sino que anduve con Jesús,
anduve con Jesús misericordioso,
viviendo en los hermanos,
viviendo en él solo,
viviendo en el que está triste,
viviendo a Jesús en los hermanos.

Yo hoy os invito
– a que a través de este dolor que la humanidad sufre-
vosotros veáis a Jesús en cada hermano.
Si, vosotros veáis a Jesús en todo el que llora en este momento,
vosotros veáis a Jesús,
así como yo lo vi, así como yo lo llevé,
Jesús sufriente,
Jesús doliente,
Jesús llorando,
Jesús gimiendo,
Jesús derramando su sangre, para perdonar nuestros pecados
Jesús con un corazón roto

…Jesús con un corazón roto,
 porque no hay amor para el hermano.
Jesús…
que no lo entienden en el camino de aquel que va solo en la calle.
Jesús…
Jesús en el triste, en el solo
Jesús, en el pobre.
Jesús…
ese Jesús que nunca más voltean a mirar.
Ese Jesús que no se preguntan,
porque piensan sólo en el Jesús de la Cruz,
pero no piensan en el Jesús que camina al lado de vosotros

Hoy, hijos míos,
-niños míos de la Madre-
 Ella y el Dios celestial han permitido que yo esté con vosotros.
Sí, ustedes clamaron la intercesión de los Santos y yo no era Santa en la tierra,
¡no era santa en la tierra!
Me hice santa y me hicieron Santa, porque  veía a Jesús en el hermano y porque amaba.
Eso sólo os pido:
Amaos, amaos los unos a los otros, como Jesús os ha amado.
Esa es la palabra qué salvará a la humanidad, vuestro amor y el amor.
Sólo el amor podrá salvarlos, porque Dios es amor
y vosotros sois fuente del amor de Dios.
A eso han venido: A amar como Dios amó. 

«Mis niños, mis niños», dice la Madre: «Les regalo mis rosas, para que quedéis con la fragancia del amor de mi Hijo, crucificado en esa Cruz».
En este momento, veo la presencia de Nuestra Señora en la advocación de María la Reina de la paz y de sus ojos caen lágrimas, nos mira con dolor, porque el mundo se olvidó de Dios y se olvidó del Sacrificio Bendito.
Continuamos con las alabanzas, y nuevamente pedimos perdón y agradecemos a Dios por su amor infinito.

Me es presentada otra visión: Soy trasladada en espíritu, a la plaza de San Pedro en el Vaticano y allí veo al Papa Francisco, solo, en medio de la plaza.  Ha dejado su casa y está allí triste. De repente aparece una paloma blanca, grande robusta y hermosa, radiante; aleteando al lado izquierdo delante del Papa Francisco. Es colocado en mi corazón, así como la paloma en el diluvio universal. Puedo ver la sonrisa del Papa Francisco y la plaza de San Pedro se vuelve a llenar de los hijos de Dios, que van a darle gracias, porque ha escuchado las súplicas. (Ya que hoy, los católicos del mundo entero se han unido a la invitación del rezo del santo rosario y los tres Padres Nuestros para que el Señor con su Misericordia detenga este flagelo).

El mensaje a la luz de la palabra

«Entonces se adelantó un maestro de la Ley. Había escuchado la discusión, y se quedaba admirado de cómo Jesús les había contestado. Entonces le preguntó:
“¿Qué mandamiento es el primero de todos?”
Jesús le contestó: “El primer mandamiento es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es un único Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu inteligencia y con todas tus fuerzas. Y después viene este otro: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento más importante que éstos”. El maestro de la Ley le contestó“ Has hablado muy bien, Maestro; tienes razón cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas y amar al prójimo como asímismo vale más que todas las víctimas y sacrificios”. Jesús vio que ésta era respuesta sabia y le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y después de esto, nadie más se atrevió a hacerle nuevas preguntas». (Marcos 12, 28- 34).

«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme”. Entonces los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, ¿y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, ¿y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?”. Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”. Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis”. Entonces dirán también éstos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”. Y él entonces les responderá: “En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo”. E irán éstos a un castigo eterno, y los Justos a una vida eterna ». (Mateo 25, 31- 46).

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